Doblecorcheas
Verás que, realmente, la culpa la tuvo el maestro. Yo sé que su trabajo es corregirme, pero sólo llevo dos meses practicando y él esperaba que sonara perfecto... Me impaciento con facilidad, y las doblecorcheas se me complican mucho... Además, no dejaba de gritarme... ¡Le clavé el arco en el ojo y aun así no dejaba de gritar...!
Fue entonces que le rompí la viola en la nuca.
−¿De un sólo golpe?
−Sí.
−Que buen brazo tienes...
Dedicado a mi maestro de solfeo de primer cuatrimestre, Roberto Leos, porque siempre dice: "La mùsica no es para pendejos".
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