Es escuchado, al fin, el corazòn del huitzilin; sin embargo, a màs de una criatura ha atraìdo su llamado... A pesar del esfuerzo del petirrojo, por llegar, sòlo ha logrado presenciar el fin del pequeño huitzilin en manos de un egoìsta, bohemio pelirrojo, cuyas ambiciones musicales le arrebataron el aire a la indefensa ave.
Tantas cosas quisiera decir... casi tantas como callo.
El pequeño huitzilin llora bajo la lluvia, en la, de por sì triste, rama de un pirul medio desojado. Tan profunda es su amargura que comienzan a escucharse sus lamentos. Hermosos sonidos son transportados por el eco del bosque hasta el juguetòn petirrojo.
El huitzilin quisiera cantar al petirrojo pues, se ha enamorado de èl. Mientras el petirrojo no escuche que lo llamen, de su lado no se irà... pero un canario lo llama cada tarde, y el petirrojo no se resiste a la melodìa. Pobre huitzilin, no sabe cantar; el petirrojo no sabrà que otro corazòn lo anhela.
Cuentame una historia Que sea como las que llevas escritas en las manos... Esas manos que parecen haber vivido cien vidas para traerte hasta mì Cuentame una historia Platìcamela con tu piel Que cada lìnea sea una palabra la sangre y las cicatrices me daràn los detalles Cuentame una historia aunque el final no me haga feliz porque el libro que escribes noche con noche es para alguien màs.
Levantarse pensando en lo que fuimos ayer y acostarse pensando en lo que seremos mañana... morir cada dìa y no darse cuenta. Toma la vida de dos relojes y no pienses; busca tu descanso, respìrate a ti mismo.
Una sonrisa torcida en el reflejo del espejo, evidencia inegable de la insensatez hacia nosotros mismos. Flores de papel cristalizado brotan sobre las manchas de sal, làgrimas secas agrietando la pureza de un rostro cansado. La sangre, que se arrastra para salir, regala a las flores un bello color, perfecto disfraz para el dolor de un sacrificio insatisfactoriamente recompensado.
Terminarè por asfixiarme contra las hierbas de mi descanso...